Historias y Verbos: Nuevos colores - Al Verbo

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viernes, 16 de noviembre de 2018

Historias y Verbos: Nuevos colores


Por: Mario Arizpe

El encuentro era casi indescriptible.

Eran dos personas, dos pares de ojos que se enfrentaban.

No combatían, pero tampoco se declaraban paz. Se estaban descubriendo una vez más.

“Qué belleza”, pensaron ambos.

Sentados frente a frente, en su habitación, en su departamento oscuro y frío.

Un rayo de luz solar penetró la estancia del lugar y le dio colores nunca antes vistos.
Era una revolución. Un cambio en la vida. Una paleta de nuevos colores para el mundo entero.
“Hermoso”, pensaban ambos.



Los recuerdos habían cobrado sentido al fin. Las palabras bonitas, los ratos juntos, las risas incontenibles, los momentos inolvidables. Era lógico ahora.

Sus manos se encontraron. Eran un paraíso cuya existencia habían olvidado.

La luz del sol empezó a inundar la casa, devolviéndole el calor de un hogar.

Ellos dos seguían sentados en su cama, viéndose fijamente, como si en los ojos del otro hubieran encontrado la respuesta a todas las preguntas de la vida. Y es que eso es justo lo que había pasado.
“Increíble”, pensaban ambos.

No existía el tiempo. Ellos estaban totalmente quietos, descubriendo el universo a su paso. Sintiendo cómo sus pálidas pieles absorbían el calor de la luz solar que ya empezaba a colarse incluso en su habitación.

Él llevo su mano a la mejilla de su compañera. Y ahí logró un descubrimiento grande, y sintió deseos de explorar y colonizar todo ese nuevo mundo de textura suave y sensación cálida

Ella llevó sus brazos a los hombros de él. Y en ellos encontró una fuerza increíble puesta a su disposición, lista para atravesar cualquier problema y llevarla a través de lo que no pudiera soportar sola.

Ambos esbozaron entonces una sonrisa. Una pequeña, casi imperceptible, pero real.

Ese gesto escaló entonces a una leve risa, y de pronto ambos estaban riendo a carcajadas. No por un hecho humorístico, sino por una felicidad incontenible que inundaba sus corazones.

Se abrazaron mientras reían. Compartieron la calidez de sus corazones y la multiplicaron, para compensar por la debilidad que ambos habían sentido en fechas recientes.

Y entonces, el pasado perdió valor. Ya nada de ese dolor podía mantener la herida sangrante. Ya las cicatrices no eran más que eso, y dejaron lugar a los sentimientos cálidos y alegres. Todo había cambiado. Se había hecho colorido. Se había llenado de luz.



“Precioso”, pensaron ambos.

Las risas al fin se calmaron. El dolor se había ido. Eran como Adán y Eva al llegar al Jardín del Edén. El color estaba de vuelta en sus vidas, y el fuego de sus almas volvía a resplandecer.

Se separaron y se vieron de frente una vez más. Ya no eran los seres tristes y deprimidos que habían sido antes. Al fin veían el tesoro más grande de sus vidas, que había vivido uno con el otro durante mucho tiempo. Eran felices.

Compartieron entonces un beso que lo cambió todo.

Un beso que destruyó el universo entero. Un Génesis nuevo, donde todo tenía luz.

Un beso que ardía más que el sol, cuya luz ya había inundado la habitación donde ambos estaban.

Un beso que conectó dos almas y reunió dos corazones.

Un beso que destruyó a dos seres y los convirtió en uno mismo, capaz de superar todos los retos de la vida por sí mismo. Que destruyó un tú y un yo, para convertirlos en un nosotros.

“Perfecto”, ambos pensaron.

“Te amo”, ambos dijeron.

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