Por: Mario Arizpe
El encuentro era casi indescriptible.
El encuentro era casi indescriptible.
Eran dos personas, dos pares de ojos que se enfrentaban.
No combatÃan, pero tampoco se declaraban paz. Se estaban
descubriendo una vez más.
“Qué belleza”, pensaron ambos.
Sentados frente a frente, en su habitación, en su
departamento oscuro y frÃo.
Un rayo de luz solar penetró la estancia del lugar y le dio
colores nunca antes vistos.
Era una revolución. Un cambio en la vida. Una paleta de
nuevos colores para el mundo entero.
“Hermoso”, pensaban ambos.
Los recuerdos habÃan cobrado sentido al fin. Las palabras
bonitas, los ratos juntos, las risas incontenibles, los momentos inolvidables.
Era lógico ahora.
Sus manos se encontraron. Eran un paraÃso cuya existencia
habÃan olvidado.
La luz del sol empezó a inundar la casa, devolviéndole el
calor de un hogar.
Ellos dos seguÃan sentados en su cama, viéndose fijamente,
como si en los ojos del otro hubieran encontrado la respuesta a todas las
preguntas de la vida. Y es que eso es justo lo que habÃa pasado.
“IncreÃble”, pensaban ambos.
No existÃa el tiempo. Ellos estaban totalmente quietos,
descubriendo el universo a su paso. Sintiendo cómo sus pálidas pieles absorbÃan
el calor de la luz solar que ya empezaba a colarse incluso en su habitación.
Él llevo su mano a la mejilla de su compañera. Y ahà logró
un descubrimiento grande, y sintió deseos de explorar y colonizar todo ese
nuevo mundo de textura suave y sensación cálida
Ella llevó sus brazos a los hombros de él. Y en ellos
encontró una fuerza increÃble puesta a su disposición, lista para atravesar
cualquier problema y llevarla a través de lo que no pudiera soportar sola.
Ambos esbozaron entonces una sonrisa. Una pequeña, casi
imperceptible, pero real.
Ese gesto escaló entonces a una leve risa, y de pronto ambos
estaban riendo a carcajadas. No por un hecho humorÃstico, sino por una
felicidad incontenible que inundaba sus corazones.
Se abrazaron mientras reÃan. Compartieron la calidez de sus
corazones y la multiplicaron, para compensar por la debilidad que ambos habÃan
sentido en fechas recientes.
Y entonces, el pasado perdió valor. Ya nada de ese dolor
podÃa mantener la herida sangrante. Ya las cicatrices no eran más que eso, y
dejaron lugar a los sentimientos cálidos y alegres. Todo habÃa cambiado. Se
habÃa hecho colorido. Se habÃa llenado de luz.
“Precioso”, pensaron ambos.
Las risas al fin se calmaron. El dolor se habÃa ido. Eran como
Adán y Eva al llegar al JardÃn del Edén. El color estaba de vuelta en sus
vidas, y el fuego de sus almas volvÃa a resplandecer.
Se separaron y se vieron de frente una vez más. Ya no eran
los seres tristes y deprimidos que habÃan sido antes. Al fin veÃan el tesoro
más grande de sus vidas, que habÃa vivido uno con el otro durante mucho tiempo.
Eran felices.
Compartieron entonces un beso que lo cambió todo.
Un beso que destruyó el universo entero. Un Génesis nuevo,
donde todo tenÃa luz.
Un beso que ardÃa más que el sol, cuya luz ya habÃa inundado
la habitación donde ambos estaban.
Un beso que conectó dos almas y reunió dos corazones.
Un beso que destruyó a dos seres y los convirtió en uno
mismo, capaz de superar todos los retos de la vida por sà mismo. Que destruyó
un tú y un yo, para convertirlos en un nosotros.
“Perfecto”, ambos pensaron.
“Te amo”, ambos dijeron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario