Por: Atxiri
Venegas
Otra vez hice el ridículo en la universidad, a veces llego a pensar que por más que yo trate de cambiar, hay algo en mi interior que me impulsa a hacer tonterías de lunes a viernes en cualquier sitio.
No me presenté, soy un vil descortés, me llamo Noah, soy un
estudiante de quinto semestre, que nació para hacer payasadas intencionalmente en vía pública.
Los jueves, ese día que yo odio tanto por salir a las seis
de la tarde, y con esto del cambio de horario me causa algo de miedo esperar el
camión, aunque yo solo deseaba un milagro del Espíritu Santo para que me
trajera a mi mejor amigo, y así pudiera darme un aventón a casa. Esa era una de
las ventajas de tener un amigo que viva a calles de la tuya, pero no piensen que
lo digo por interesado, sólo que por ser un vil miedoso, una oportunidad así no
se desaprovecha. Seguí esperando hasta que el milagro se me hizo, de lejos pude
ver a Leo haciéndome señas para que lo pudiese ver y así acercarse a mí.
- ¿Pensabas irte un jueves sin mí? - cuestionaba Leo,
cruzándose de brazos en espera de aquella pregunta.
-Siendo sincero, sí, sabes que odio los días que salgo a
esta hora y lo que más quiero es irme a casa a comer. - Dije sin expresión alguna, mi costumbre de
decir la mayor parte de las cosas así.
-Eso sonó egoísta, Noah, pero, aunque seas así, de corazón
de hielo, te aprecio – sonríe dando una leve palmada en mi hombro, por lo cual
sólo dediqué a devolverle la sonrisa.
-Ya que has terminado de insultarme, es hora de que te
metas a la fila para esperar el camión ¡y llegar lo más pronto posible! –
mencioné exaltado, esperar ahí una hora me causaba desesperación y miedo.
-No hará falta que esperemos, he venido aquí para decirte
que mi hermana ha venido por mí y quería saber si tu quisieras venirte con
nosotros – decía con aquel nerviosismo, que desde los cinco años le causaba
cada que tenía que hacer preguntas tan simples.
-La pregunta ofende amigo ¡pues, claro que acepto! – chillé
con emoción, jalando levemente de mi mejor amigo para poder llegar hasta donde
su hermana tenía el auto estacionado.
Habíamos llegado al estacionamiento y como siempre, la
hermana de Leo tenía un desorden en el auto, pero mientras me lleven a casa
sano y salvo no puedo quejarme. Todo el recorrido fue de risas, diversión, y se
podría decir que, la radio nos ayudaba de mucho para hacer un concierto en el
coche. Todo estaba tan bien hasta que a Leo se le ocurre hablar.
-Grecia ¿podrías detenerte en el Carl´s, para comprar
hamburguesas? – cuestiona viendo a su hermana, con su famosa cara del gato con
botas de Shrek.
-Ay Leonel, siempre
tienes que tener antojo de algo cada que yo vengo por ti – hablaba estresada y
no la culpaba, Leo era un chico demasiado mimado que cualquier cosa que se le
antoje lo tiene en el momento que abre la boca.
-No es para tanto, no me culpes, mi estómago pide a gritos
que lo alimente. – saca su lado sarcástico, sonriendo victorioso, porque sabría
que su hermana terminaría por acceder.
- Leo, a veces pienso que comes más de lo que deben ser tus
comidas diarias – dije divertido, mientras daba una leve patada a su asiento. –
Sabes que podemos llegar más temprano a casa sin la necesidad de cumplir tu
capricho – me había exaltado, pero realmente quería llegar a casa.
- Noah ¿alguna vez en tu vida podrías estar de acuerdo con
mis caprichos? – dice volteando hacia donde yo me encontraba, no sin antes
quejarse por aquella patada que le di.
- Lamentablemente no, suerte para la próxima, amiguito –
solté una carcajada después de decir eso haciendo que el rostro de Leo formara
una cara de pocos amigos.
Grecia se estacionó en el Carl´s para que Leo pudiese hacer
el pedido, por más que me negué a que ellos me compraran una hamburguesa de
todas maneras la pidieron, aunque yo no lo deseara. Las órdenes tardaron veinte
minutos en estar listas hasta que al fin la cajera entregó las bolsas de
comida.
-Ves Noah, no tardamos mucho en esperar por las deliciosas
hamburguesas – relamía de sus labios mientras sus ojos se dirigían hacia arriba
como si estuviese imaginando aquel sabor de la comida.
- Vaya, no pensé que veinte minutos fueran como un segundo
– saqué mi lado sarcástico, haciendo que Grecia soltara una carcajada.
- Cada vez tu sarcasmo crece un veinte por ciento, Noah –
decía imitando mi sarcasmo, para así, sonreírme.
Ignorando por completo aquellas palabras de mi amigo,
decidí seguir mandarle un mensaje a mi hermano, para que avisara a mis padres
que mi tardanza era por los caprichos de Leo. Pasaron otros minutos más, justo
como Leo y Grecia lo prometieron, me trajeron a mi casa sano y salvo, no sin
antes entregarme la charolita desechable.
-Toma la hamburguesa, Noah, muchas gracias por soportar el
largo recorrido. – decía Leo apenado por todo el rato que estuvimos ahí, cumpliendo
su capricho.
-Descuida, sabes que estoy acostumbrado a tus caprichos –
sonreí dándole una palmadita en su espalda y así salir del coche. – Por cierto,
gracias por la hamburguesa, y el aventón – no quitaba la sonrisa de mi rostro,
ya que a pesar de todo, Leo era mi mejor amigo.
Entré a casa y mi familia ya se encontraba cenando, mi
padre me invitó a que me sentara en la mesa, para comer con ellos y así
poderles contar de nuevo los caprichos de Leo. Al momento de abrir la charolita,
no encontré una hamburguesa, pero sí papas a la francesa, mi mamá me veía con
confusión, mientras que yo la veía igual, ya que se suponía que aquí estaría
una hamburguesa, no unas papas.
-Noah, ¿seguro que Leo dijo que sería una hamburguesa? -
menciona mi madre, aún con la confusión.
-Se suponía que sí, pero él me la dio así que, a entrarle –
reía un tanto nervioso, comenzando a comer de las papas, no tan a gusto por el
miedo de que, Leo viniera y me cambiara el platillo.
Pasó media hora y Leo no vino, así que, decidí comer las papas,
pero justamente cuando llevaba la última a mi boca escuché a la madre de Leo
gritando el nombre de mi mamá, ella salió y al momento de entrar su cara se
veía divertida.
-Noah, Leo te está buscando – decía evitando soltar una
carcajada y yo cada vez la veía más confundida.
-Es raro que venga Leo a buscarme, y más que tú te estés
riendo, mamá – decía levantándome nervioso yendo afuera de casa viendo a un Leo
avergonzado con una charolita de plástico.
-Noah me confundí de charola, aquí está tu hamburguesa –
extendía de la charola, por lo cual sólo solté mi famosa risa de nervios.
- ¡Diablos Leo! Hubieras avisado antes, ya me he comido las
papas – seguía soltando risitas nerviosas.
-Leo, ¡yo sabía que vendríamos en vano! Me hiciste venir
tan noche y para variar dejé de lado unos pendientes que tenía – decía un tanto
divertida, lo sé fui tan estúpido por lo que hice.
-Espero perdonen a Noah, pero en serio tenía mucha hambre y
cuando llega a estas horas se devora cualquier cosa que esté a su alcance. – Mi
madre interfirió, pero en vez de ayudarme me ponía más en ridículo, y más con
sus carcajadas.
Terminé entrando a casa avergonzado por lo sucedido, mi
familia no paró de recordarlo por toda una semana, soporté bromas entre mis
hermanos y todo el tiempo me decían aquella frase del tipo ebrio que se hizo
famoso en redes sociales: “si ya saben cómo soy pa´ qué me invitan”,
haciendo la misma entonación que él.
Puedo llamarle a cada babosada que hago “Noahadas”. Sí, le puse un nombre cool
para no sentirme más idiota de lo que ya soy, esta es una de las tantas
vergüenzas que he hecho, así que si te identificas conmigo, por favor a cada
tontería que hagas en la semana, agrégale un nombre que combine con tu
personalidad y sobre todo reírte como los demás lo hacen, al escuchar tus
anécdotas.
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