Historias y Verbos: La noahada del día - Al Verbo

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viernes, 9 de noviembre de 2018

Historias y Verbos: La noahada del día


Por: Atxiri Venegas 


Otra vez hice el ridículo en la universidad, a veces llego a pensar que por más que yo trate de cambiar, hay algo en mi interior que me impulsa a hacer tonterías de lunes a viernes en cualquier sitio.


No me presenté, soy un vil descortés, me llamo Noah, soy un estudiante de quinto semestre, que nació para hacer payasadas intencionalmente en vía pública. 

Los jueves, ese día que yo odio tanto por salir a las seis de la tarde, y con esto del cambio de horario me causa algo de miedo esperar el camión, aunque yo solo deseaba un milagro del Espíritu Santo para que me trajera a mi mejor amigo, y así pudiera darme un aventón a casa. Esa era una de las ventajas de tener un amigo que viva a calles de la tuya, pero no piensen que lo digo por interesado, sólo que por ser un vil miedoso, una oportunidad así no se desaprovecha. Seguí esperando hasta que el milagro se me hizo, de lejos pude ver a Leo haciéndome señas para que lo pudiese ver y así acercarse a mí.

- ¿Pensabas irte un jueves sin mí? - cuestionaba Leo, cruzándose de brazos en espera de aquella pregunta.

-Siendo sincero, sí, sabes que odio los días que salgo a esta hora y lo que más quiero es irme a casa a comer. -  Dije sin expresión alguna, mi costumbre de decir la mayor parte de las cosas así.

-Eso sonó egoísta, Noah, pero, aunque seas así, de corazón de hielo, te aprecio – sonríe dando una leve palmada en mi hombro, por lo cual sólo dediqué a devolverle la sonrisa.

-Ya que has terminado de insultarme, es hora de que te metas a la fila para esperar el camión ¡y llegar lo más pronto posible! – mencioné exaltado, esperar ahí una hora me causaba desesperación y miedo.

-No hará falta que esperemos, he venido aquí para decirte que mi hermana ha venido por mí y quería saber si tu quisieras venirte con nosotros – decía con aquel nerviosismo, que desde los cinco años le causaba cada que tenía que hacer preguntas tan simples.  

-La pregunta ofende amigo ¡pues, claro que acepto! – chillé con emoción, jalando levemente de mi mejor amigo para poder llegar hasta donde su hermana tenía el auto estacionado.

Habíamos llegado al estacionamiento y como siempre, la hermana de Leo tenía un desorden en el auto, pero mientras me lleven a casa sano y salvo no puedo quejarme. Todo el recorrido fue de risas, diversión, y se podría decir que, la radio nos ayudaba de mucho para hacer un concierto en el coche. Todo estaba tan bien hasta que a Leo se le ocurre hablar.




-Grecia ¿podrías detenerte en el Carl´s, para comprar hamburguesas? – cuestiona viendo a su hermana, con su famosa cara del gato con botas de Shrek.

 -Ay Leonel, siempre tienes que tener antojo de algo cada que yo vengo por ti – hablaba estresada y no la culpaba, Leo era un chico demasiado mimado que cualquier cosa que se le antoje lo tiene en el momento que abre la boca.

-No es para tanto, no me culpes, mi estómago pide a gritos que lo alimente. – saca su lado sarcástico, sonriendo victorioso, porque sabría que su hermana terminaría por acceder.

- Leo, a veces pienso que comes más de lo que deben ser tus comidas diarias – dije divertido, mientras daba una leve patada a su asiento. – Sabes que podemos llegar más temprano a casa sin la necesidad de cumplir tu capricho – me había exaltado, pero realmente quería llegar a casa.

- Noah ¿alguna vez en tu vida podrías estar de acuerdo con mis caprichos? – dice volteando hacia donde yo me encontraba, no sin antes quejarse por aquella patada que le di.

- Lamentablemente no, suerte para la próxima, amiguito – solté una carcajada después de decir eso haciendo que el rostro de Leo formara una cara de pocos amigos.

Grecia se estacionó en el Carl´s para que Leo pudiese hacer el pedido, por más que me negué a que ellos me compraran una hamburguesa de todas maneras la pidieron, aunque yo no lo deseara. Las órdenes tardaron veinte minutos en estar listas hasta que al fin la cajera entregó las bolsas de comida.

-Ves Noah, no tardamos mucho en esperar por las deliciosas hamburguesas – relamía de sus labios mientras sus ojos se dirigían hacia arriba como si estuviese imaginando aquel sabor de la comida.

- Vaya, no pensé que veinte minutos fueran como un segundo – saqué mi lado sarcástico, haciendo que Grecia soltara una carcajada.

- Cada vez tu sarcasmo crece un veinte por ciento, Noah – decía imitando mi sarcasmo, para así, sonreírme.

Ignorando por completo aquellas palabras de mi amigo, decidí seguir mandarle un mensaje a mi hermano, para que avisara a mis padres que mi tardanza era por los caprichos de Leo. Pasaron otros minutos más, justo como Leo y Grecia lo prometieron, me trajeron a mi casa sano y salvo, no sin antes entregarme la charolita desechable.

-Toma la hamburguesa, Noah, muchas gracias por soportar el largo recorrido. – decía Leo apenado por todo el rato que estuvimos ahí, cumpliendo su capricho.

-Descuida, sabes que estoy acostumbrado a tus caprichos – sonreí dándole una palmadita en su espalda y así salir del coche. – Por cierto, gracias por la hamburguesa, y el aventón – no quitaba la sonrisa de mi rostro, ya que a pesar de todo, Leo era mi mejor amigo.

Entré a casa y mi familia ya se encontraba cenando, mi padre me invitó a que me sentara en la mesa, para comer con ellos y así poderles contar de nuevo los caprichos de Leo. Al momento de abrir la charolita, no encontré una hamburguesa, pero sí papas a la francesa, mi mamá me veía con confusión, mientras que yo la veía igual, ya que se suponía que aquí estaría una hamburguesa, no unas papas.

-Noah, ¿seguro que Leo dijo que sería una hamburguesa? - menciona mi madre, aún con la confusión.  

-Se suponía que sí, pero él me la dio así que, a entrarle – reía un tanto nervioso, comenzando a comer de las papas, no tan a gusto por el miedo de que, Leo viniera y me cambiara el platillo.

Pasó media hora y Leo no vino, así que, decidí comer las papas, pero justamente cuando llevaba la última a mi boca escuché a la madre de Leo gritando el nombre de mi mamá, ella salió y al momento de entrar su cara se veía divertida.

-Noah, Leo te está buscando – decía evitando soltar una carcajada y yo cada vez la veía más confundida.

-Es raro que venga Leo a buscarme, y más que tú te estés riendo, mamá – decía levantándome nervioso yendo afuera de casa viendo a un Leo avergonzado con una charolita de plástico.

-Noah me confundí de charola, aquí está tu hamburguesa – extendía de la charola, por lo cual sólo solté mi famosa risa de nervios.

- ¡Diablos Leo! Hubieras avisado antes, ya me he comido las papas – seguía soltando risitas nerviosas.

-Leo, ¡yo sabía que vendríamos en vano! Me hiciste venir tan noche y para variar dejé de lado unos pendientes que tenía – decía un tanto divertida, lo sé fui tan estúpido por lo que hice.

-Espero perdonen a Noah, pero en serio tenía mucha hambre y cuando llega a estas horas se devora cualquier cosa que esté a su alcance. – Mi madre interfirió, pero en vez de ayudarme me ponía más en ridículo, y más con sus carcajadas.



Terminé entrando a casa avergonzado por lo sucedido, mi familia no paró de recordarlo por toda una semana, soporté bromas entre mis hermanos y todo el tiempo me decían aquella frase del tipo ebrio que se hizo famoso en redes sociales: “si ya saben cómo soy pa´ qué me invitan”, haciendo la misma entonación que él.

Puedo llamarle a cada babosada que hago “Noahadas”. Sí, le puse un nombre cool para no sentirme más idiota de lo que ya soy, esta es una de las tantas vergüenzas que he hecho, así que si te identificas conmigo, por favor a cada tontería que hagas en la semana, agrégale un nombre que combine con tu personalidad y sobre todo reírte como los demás lo hacen, al escuchar tus anécdotas.

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