Vocaloid y la “música de verdad”
Por: Mario Arizpe
Por: Mario Arizpe
La idea
de que existe “mala música” está sujeta a la interpretación tanto como lo está
la idea opuesta de “buena música”. Dicho esto, la subjetividad no es algo a lo
que debamos tenerle miedo; después de todo, las opiniones existen gracias a
ella. Adoptar una postura respecto a las cosas está perfectamente bien, y no
existen formas estrictamente incorrectas de percibir las cosas. Sin embargo,
cuando viene al arte, y en este caso a la música, es mucho mejor tener un
panorama abierto que nos permita disfrutar de lo que quiera que nos pongan en
el plato.
Hoy
quiero exponer un punto de vista personal respecto a uno de los métodos más
mágicos de producir música que he conocido: Vocaloid.
Para
quienes no conocen a estos pintorescos personajes, Vocaloid es un software sintetizador
de voz diseñado no con el objetivo de hablar, sino cantar. Lleva disponible al
público desde el 2005, pero no fue sino hasta el 2008, cuando su segunda
versión fue lanzada al mercado, que de verdad alcanzó la fama, pues fue el
mismo año en que vimos nacer a la famosa diva virtual Hatsune Miku. A partir de
su acelerado aumento en popularidad, distintos bancos de voz promocionados con
un personaje en su carátula (dibujado en estilo manga/anime, cabe señalar) fueron
puestos a la venta para el mismo software, los que fueron bien recibidos por
los usuarios y dieron un mayor empuje a lo que se convertiría en todo un
fenómeno cultural en Japón, y eventualmente en el mundo entero.
La idea
de un software practicando un arte puede sonar a algo casi distópico para
algunos, y a algunos puede parecerles obra del diablo mismo. Sin embargo,
Vocaloid no es muy diferente de cualquier programa para hacer música basado en
un piano roll, los que son usados por
casi cualquier músico moderno.
Este es,
por desgracia, el primero de muchos tabúes que rodean a Vocaloid. Muchas
personas son reacias a escuchar música en un idioma ajeno al propio; otros
piensan que no tiene sentido una canción si no puedes entender la letra;
algunos consideran que las voces artificiales carecen de la emoción que un
cantante real puede aportarle a la música…
Y claro,
están aquellos a los que simplemente no les gusta el J-pop.
Pero
vamos, ya es hora de quitarnos la venda de los ojos.
La música es eso: música. No importa el idioma, el género, el país de origen o el autor. Si alguna vez te ha pasado que escuchas una canción que te encanta, pero no te explicas la razón de que te guste, si es de un cantante que odias, o un género que ni siquiera consideras música (cómo suele pasar con el reggaetón), lo más probable es que hayas escuchado una excelente pieza musical, pero no quieres admitir que es excelente.
La música es eso: música. No importa el idioma, el género, el país de origen o el autor. Si alguna vez te ha pasado que escuchas una canción que te encanta, pero no te explicas la razón de que te guste, si es de un cantante que odias, o un género que ni siquiera consideras música (cómo suele pasar con el reggaetón), lo más probable es que hayas escuchado una excelente pieza musical, pero no quieres admitir que es excelente.
Hay
géneros que son fabricados de forma muy inteligente, como el K-pop, que hoy día
experimenta un pico de popularidad sin precedentes. Esto se debe a que muchos
de sus compositores fabrican melodías con estilos que son recurrentes en las
regiones del mundo a las que van dirigidas, para asegurar una buena recepción
incluso por fuera de Corea del sur.
(Como
nota personal: dejan pasar esto como si fuera normal, pero en cuanto alguien
hace que una computadora cante de pronto es un insulto al arte, ¿y el loco es
uno?)
Este
nivel de producción es lo que ha ayudado a grupos como BTS a salir de su país
de origen y empezar a volverse tendencia en todo el mundo. Y a veces, una de
sus canciones consigue meterse en la mente de alguien que juró detestar el
K-pop con toda su alma, y le hace dudar de sus propios gustos y convicciones.
“¿Cómo puede gustarme esta porquería?”, se preguntan algunos.
Si tú
eres una de esas personas, no te preocupes. No estás traicionando a tus gustos
ni nada, sólo estás siendo víctima de un producto diseñado específicamente para
resonar en tu cabeza, aunque, según tú, no lo quieras.
Y esto no
se limita al K-pop. La razón por la que cualquier mexicano se sabe al menos una
canción de Juan Gabriel, sin importar si le gusta el artista o el género, es
que sus canciones son buenas y las escuchamos con frecuencia a lo largo de
nuestras vidas. Claro que acabaríamos por aprendernos alguna, y que estando
ebrios las cantaríamos a todo pulmón. No sólo son música; son buena música. Y
es de aquí de donde quiero partir para explicar la difícil situación en la que
se encuentra la famosa diva virtual y sus compañeros digitales.
Hatsune
Miku es un símbolo de la cultura japonesa moderna. Refleja uno de los grandes
avances tecnológicos de su país; cualquiera puede cantar sin siquiera tener que
abrir la boca. Los compositores más prominentes que hacen uso de este software
(conocidos por la comunidad como “Vocalo-Ps”) son en su mayoría músicos
profesionales, cuyas obras hechas en Vocaloid no son sino un trabajo complementario
al que hacen con sus propias voces y en compañía de una banda. Dicho esto,
cualquiera que no estuviera informado del tema ni tan profundamente involucrado
en él tendría una forma de pensar mucho más simple:
¿Está en
español? No. ¿La canta alguien que conozco? No. ¿Es un género que frecuento?
No. ¿Me gusta? No.
Japón fue
un país muy introvertido durante muchos años, que no permitía entradas ni
salidas culturales. Gracias a esto, se convirtieron en el estandarte de lo que
en el occidente llamamos “raro”, y Vocaloid sufre de este estigma. Las obras hechas
con este software son generalmente consideradas exóticas y extrañas, por lo que
no se les escuchará muy seguido fuera de los audífonos de un fan del anime
promedio.
Sin
embargo, esto no significa que no sea música.
No
olvidemos que toda composición hecha con Vocaloid debe tener una melodía
compuesta por una persona real, con letras escritas por una persona real, y una
voz que, si bien está hecha por computadora, fue afinada y configurada de
manera diferente para cada canción por una persona real (y técnicamente la voz
de todos los personajes de Vocaloid proviene de alguien que hizo miles de
samples para construir un banco de voz que después el usuario pudiera modular
de forma artificial, por lo que podría argumentarse que incluso la voz está
hecha por, adivinaste, una persona real).
Quizás el
punto de debate máximo respecto a la autenticidad de la música de Vocaloid sea
que, ya que es un cantante virtual, este puede alcanzar notas perfectas y tener
un talento inhumano, lo que acabaría por quitarle lo artístico al canto. Y si
esa es tu forma de pensar, lamento informarte que has vivido en una mentira más
grande de lo que te imaginas.
Todos
conocemos el Autotune, ¿no? Ese programa que modifica la voz de su usuario para
que todo lo que diga suene cantado y armónico. Ese programa que algunos
artistas han usado para corregir su canto. Ese programa que, cuando algún
intérprete lo usa, le tachamos de gente sin talento.
Noticia:
todo lo que has escuchado en el radio en lo que va del milenio, y seguramente
del milenio pasado, está refinado con Autotune o una variante del mismo. Todos
los grandes intérpretes lo usan, incluso en sus presentaciones en vivo. Seguro
no conoces la voz real de tu cantante favorito, porque sólo le conoces en sus
canciones. Incluso hay cantantes que, debido a lo pesado de la edición que se
hacen, son más artificiales que una composición… de Vocaloid.
¿Y esto significa
que hacen mala música? ¡Claro que no! Podríamos considerar al Autotune como
“maquillaje auditivo”, que, si bien está ocultando una realidad un poco menos
bella, tiene arte en sí mismo. Demeritarlo y reducirlo a una herramienta para
gente sin talento es denigrante, tanto para el artista que lo usa, como para el
encargado de sonido que tiene el talento de usar un programa de edición de
audio tan complejo.
(Y me
gustaría señalar que a los maquillistas se les considera “artistas del
maquillaje”, así que…)
Vivimos
en el 2020. Tenemos amigos a los que jamás hemos visto en persona. Hablamos con
nuestros familiares a kilómetros de distancia con un rectángulo que cabe en
nuestro bolsillo. Podemos tener una biblioteca entera en ese mismo rectángulo.
Vivimos en una era digital, donde la tecnología está involucrada en nuestro
todo. ¿Qué tan difícil es aceptar la digitalización en la música? Cuando nos
quitamos todos esos tabúes y decidimos ponernos los audífonos para escuchar
algo diferente, siempre podemos encontrarnos a un nuevo favorito.
Y quién
sabe, puede que ese nuevo favorito ni siquiera sea humano.

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