Por: Mario Arizpe.
Hoy me acerqué a un gato. Fue la primera vez en mucho
tiempo.
Era un gato feo, lastimado,
abandonado para morir. Iba cojeando,
con el pelo desarreglado y marcas de una pelea reciente. Me
le acerqué y se dejó acariciar.
Ronroneaba un poco, como si no se diera cuenta.
HacÃa años que querÃa acariciar a un gato. Tuve cuidado de
no tocar sus heridas;
en parte para no lastimarlo, pero también para que no me
atacara en defensa propia.
Se frotó contra mis piernas, marcándome como parte de su
mundo.
No se sintió amenazado. No podÃa olerlo.
Recordé al último. TenÃa esperanza con él.
Estaba igual de enfermo. Seguro ya olÃa a lo mismo.
Pero era tan pequeño. ¿Cómo podÃa dejarlo a su suerte?
Atrapado en tela de alambre, sin su madre,
bajo la lluvia, era una sentencia de muerte.
No fue piedad. Más bien fue un impulso natural.
El pasado me disuadÃa, pero sentà que valÃa la pena
intentarlo
No sabÃa qué hacer, pero igual me esforzaba.
Los que vinieron antes me dejaron enseñanzas, pero este era
diferente.
Nada funcionaba. Era prueba y error.
Iba descubriendo formas de alimentarlo. De abrir sus ojos
infectados.
Procuraba su calor y su bienestar de cualquier manera. Pero
no podÃa yo solo.
Nadie creyó en mÃ. Nadie me ayudó.
Esa ayuda es todo lo que necesitaba, pero nadie se la dio.
Y al final, pasó exactamente lo que debÃa pasar.
Igual que a los anteriores, lo sostuve en mis manos,
tratando de traerlo de vuelta. No querÃa aceptarlo.
“Anda, despierta”.
“Vamos, despierta”.
“Por favor, despierta”.
Los enterré lejos de mÃ, pero el daño estaba hecho.
Ningún gato se me acercaba. Todos se iban aprisa.
Mis amigos siempre se les acercaban, y los acariciaban de
mil maneras.
Yo intentaba de todo. Desde acercarme despacio,
tendiendo la mano, hasta intercambiar miradas inofensivas,
tratando de decir “mÃrame, no te haré daño”.
Pero no importaba cuánto me miraran, pues ese no era el
problema.
Ese gato lastimado y moribundo vino a mà sin temor, pues no
podÃa darse cuenta.
Su propio hedor no le permitÃa percatarse de que,
aunque no fuera a propósito,
aunque yo jamás lo hubiera querido,
aunque hubiese tratado de lavarme con mis propias lágrimas,
yo huelo a muerte.

No hay comentarios:
Publicar un comentario