Por: Ana
Sus manos ásperas apretaban mi cuello, el peso de su cuerpo sometÃa el mÃo, sus ojos desorbitados por el miedo que me causaba y su respiración entrecortada aumentaba su ritmo conforme mi desesperación crecÃa.
Sus manos ásperas apretaban mi cuello, el peso de su cuerpo sometÃa el mÃo, sus ojos desorbitados por el miedo que me causaba y su respiración entrecortada aumentaba su ritmo conforme mi desesperación crecÃa.
No es curioso cómo pasa el tiempo dependiendo las situaciones y emociones que estemos viviendo en ese momento.
Recuerdo perfectamente ese primer beso de su boca, sus labios rojos como las rosas y ese sabor a café y miel. Fue una linda tarde de septiembre la ligera brisa hacÃa que mi cabello se moviera con gracia a compases a destiempo al igual que mis torpes y nerviosos pies, le recuerdo a él, alto de tez amarfilada, lindos ojos color café como el aroma de su boca y sonrisa nerviosa, me miraba de reojo mientras caminábamos por la avenida y fingÃamos tener el tiempo del mundo cuando ambos debÃamos llegar a casa.
-Ana, déjame ayudarte a cargar eso- dijo arrebatándome sutilmente la bolsa de mi mano.
-Gracias
- conteste agachando la mirada, caminamos en silencio durante un momento, vimos
a los niños de la cuadra correr frente a nosotros y un señor en bicicleta con
algo que parecÃa una bolsa de pan colgando del manubrio, vimos como la brisa se
convirtió en llovizna obligándonos a acelerar el paso, mojados y con los labios
algo morados por el frio a unos segundos de llegar a la puerta de mi casa, me
tomo de la mano dando un escalofrÃo a mi espalda tenÃa en su cara una expresión
de miedo y decidÃa y con aquella sonrisa que me encantaba ver cuando lo veÃa
distraÃdo dijo entre dientes.
- ¡Me
gustas! - lo mire y pregunte- ¿Qué?
.-Ay! Ana por Dios- contesto con desespero, en ese momento me beso. Conté cada segundo del beso tierno y torpe que nos dimos, 85 segundos que rogaban nunca acabaran.
Pues fueron 85 segundos donde le rogaba a quien quisiera escucharme que me ayudara, ya que mi fuerza era vana en comparación de la suya, pero al parecer mis gritos se fueron tras el viento y a mis lágrimas no se les permitió llegar al suelo, más mi dolor más grande fue saber que mi madre me esperaba en casa, acostumbrada a escuchar mis quejas desde la puerta, a gritarme que levantara mis zapatos de la sala y al poder dormir tranquila sabiendo que yo respiro en la habitación frente a la suya.
.-Ay! Ana por Dios- contesto con desespero, en ese momento me beso. Conté cada segundo del beso tierno y torpe que nos dimos, 85 segundos que rogaban nunca acabaran.
Pues fueron 85 segundos donde le rogaba a quien quisiera escucharme que me ayudara, ya que mi fuerza era vana en comparación de la suya, pero al parecer mis gritos se fueron tras el viento y a mis lágrimas no se les permitió llegar al suelo, más mi dolor más grande fue saber que mi madre me esperaba en casa, acostumbrada a escuchar mis quejas desde la puerta, a gritarme que levantara mis zapatos de la sala y al poder dormir tranquila sabiendo que yo respiro en la habitación frente a la suya.
-Ana ya levántate- escuche la voz de mi madre mientras dejaba entrar al sol por mi ventana.
-
¿Qué? -Conteste aún dormida.
-Despierta
ya es tarde -me dijo cerrando la puerta tras de sÃ, me levante me mire en el
espejo y ahà estaba yo, ojos cafés, cabello extrañamente largo y despeinado que
me daba un aspecto cómico. Lavé mi cara, me puse aquellos jeans viejos que mi
mamá tanto odiaba, recuerdo que una semana antes la sorprendà tratando de
tirarlos a la basura, eran de un color azul relavado con las rodilleras rotas y
dos botones que acentuaban mi cintura. Ella jamás imagino que aquellos janes la
ayudarÃan a reconocer mi cuerpo.
Al salir de mi habitación, César, mi hermano iba saliendo de la puerta vecina, nuestras miradas nos delataron y el olor del tocino que acariciaba nuestras narices mientras subÃa por la escalera, hizo que comenzara a lucha a muerte lo tome de los cabellos lacios y lo empuje hacia atrás, el ya en suelo me tomo del tenis y con una patada me hizo caer de bruces. A estirones de cabello, empujones, mordidas y picotones de ojos logramos levantarnos al mismo tiempo, pero me empujó hacia tras cerrando la puerta en mi cara, cuando logre abrirla me tenÃa ya 5 escalones de ventaja asà que tome impulso (¡En qué estaba pensando!) y me lance hacia él para taclearlo rodamos por toda la escalera y nos llevamos entre los pies un jarrón que estaba terminado la escalera en un buro y ese jarrón aunque estaba horrible, color amarillo con naranja y siempre con rosas marchitas, mil veces propuse pintarlo de blanco y poner girasoles era el favorito de mama.
Ya en el suelo y con 3 costillas rotas la sombra de mamá con los brazos cruzados hizo que de mi boca saliera el:- me tropecé.
Mi hermano César tiene 19 años, es más grande que yo con 2 años. Cesar siempre trato de protegerme a su inusual manera, ya que jamás dije gracias cuando lo hacÃa era una especie de trato entre nosotros fingÃamos no tenernos tanto cariño, pero, él era mi todo y yo le partà el corazón cuando no volvà a casa. Antes de que mis padres se divorciaran, en una ocasión mientras mamá trabajaba y él y yo nos aburrÃamos por no poder salir de casa por la lluvia nuestra creatividad para insultarnos comenzó a brotar más de lo usual.
-
¿Por qué estás tan fea? - me dijo.
-Mi mama me prohibió decirte esto hasta que estuvieras listo, Cesar; pero es hora- deje que me mostrara una cara curiosa-Tú, en realidad, eres hijo de doña Elena - Doña Elena era nuestra vecina de enfrente, su casa olÃa a repollo cocido todo el dÃa y tenÃa un genio del demonio y estaba llena de verrugas inmensas por todo el rostro.
-
Cabeza de bolo- Me dijo, por último, no aguante más y le arrojé mi cepillo. Se
agacho y golpe el cristal de la venta con el cepillo, nos quedamos inmóviles al
ver la grieta que se formó en menos de un segundo y cuando Ãbamos a volver a
respirar: “¡Boom!”. El vidrio se hizo añicos cayendo a los pies de los dos, el
grito de papa se escuchó desde abajo y sus pasos retumbaron por toda la
escalera, Cesar inquieto y asustado quizá más que yo me tomo brusco del brazo y
me escondió bajo el escritorio y me dijo.
- No
salgas hasta que yo te diga.- Yo fui obediente y vi los pies de mi papá llegar
hasta cesar, escuche el golpe tan fuerte que este le dio en la cabeza tumbando
a un niño de 12 años al suelo, sus pies pateaban sus costillas, vi su cara bajo
el escritorio yo trate de salir y soportando el peso de su lágrimas para que no
lo vieran llorar me dijo que no con la
cabeza, el hombre se cansó de golpearlo y lo dejo tumbado en el suelo frÃo
espere a que se fuera para poder salir estaba asustada y sentà que iba a gritar
pero mi voz se desvanecÃa, él se retorció de dolor y trate de tocarlo pero lo
lastimaba asà que me acosté junto a él y me quede el tiempo suficiente a su
lado como para quedarme dormida. Nunca hablamos de eso es un secreto que al
menos de mi boca ya no podrá salir. César
te veo de donde estoy y sé que este desecho, pero ahora poder devolverte el
favor y caminare contigo todos los dÃas hasta que llegues a donde me encuentro,
te lo prometo.
Después de la batalla en el desayuno, tome mi mochila y camine a tomar el autobús para la escuela, vi el transporte de lejos y trate de alcanzarlo, pero estaba una cuadra de distancia y mi condición fÃsica me permitió correr por tres casa ya al punto del infarto me doble con las manos en las rodillas arrastrando ya la mochila y vi como el autobús junto con la poca dignidad que me quedaba se iba sin mÃ. Recupere el aliento me incorpore y comencé a caminar con la mochila en rastras. Camine y camine hasta que por fin vi la reja blanca despintada y al guardia con aspecto de chiste y complejo de carcelero viéndome con una sonrisa malévola, yo tenÃa la teorÃa que el tipo era un duende pero era demasiado alto para los de su especie y lo desterraron de su pueblo, era tan alto y escuálido que parecÃa perder el equilibrio en todo momento, su piel era tan obscura que solo se notaba su presencia cuando sonreÃa con su esmalte dental algo amarillento, tenÃa las orejas pequeñas y picudas y los dientes como pequeños colmillos.- La puerta cierra las a 7:15, señorita vea su reloj son las 7: 56 ya no puedo permitirle la entrada.- me dijo con su voz de tono petulante y chillona.- Tengo examen, necesito entrar.- Le dije reprimiendo mis deseos de lanzarle mi lonchera a cara.- Levántese más temprano, para que no le vuelva a pasar esto, pero no voy dejarla entrar.- Me contesto cerrando la reja en mi narices.
Tal vez solo tal vez si me hubiesen permitido entrar, tal vez si hubiera caminado por el lado izquierdo de la acerca esta vez, tal vez si me hubiese puesto otros janes solo tal vez estarÃa en casa cenando y viendo reÃr a mama soportando los insultos que Cesar y yo nos decimos cuando nos vemos.
Pero no fue asÃ, no entre a mi examen, no cambie de lado mi caminar y tampoco me puse los jeans nuevos azules que me compro mi mama en rebaja en una tienda.
Me quede unos minutos viendo aquella reja blanca y despintada, se podÃan ver aquellas pequeñas machas de óxido me di la vuelta y cruce hacia enfrente y me senté en la baqueta a tomar un respiro y me perdà en el tiempo. Yo sentÃa que todo en mi vida iba mal, la escuela, mis amigos, mi novio…
Alex, él tiene el cargo de conciencia más grande de todos no entiendo porque yo no le culpo de nada, porque volviendo a los tal vez si hubiera contestado mi llamada mientras estaba en casa de SofÃa, mi mejor amiga ya que los Jueves no hay nadie en su casa hasta las 8.00 y tenÃan tiempo suficiente para divertirse solos sin mà me hubiera acompañado a casa, mamá lo hubiera invitado a cenar y yo lo hubiese acompañado hasta la puerta para despedirlo.
Vi como el sol comenzó bajar y me dije que ya era hora de volver a casa, me levante y comencé andar camine por las cuadras amplias y vacÃas y el sol cada vez más oculto me dejaba sola, en una cuadra donde la mayorÃa de las casa eran abandonadas los chicos entraban a fumar hierba y presumir su mala ortografÃa en las paredes, pero esa vez no habÃa nadie todo estaba solo como si hubiese sido planeado cada paso desde que me levante en la mañana hasta llegar a su manos. Mis pies juguetearon entre sà y al pisar una grieta del concreto me caà doblándome el tobillo me dolió tanto que comencé a sobarme y mi mochila que estaba entreabierta dejo caer unos cuantos libros y plumas al suelo.-¡Carajo!- dije apretando la quijada cuando iba recoger mis libros lo vi me observaba sin parpadear y yo sentà un nudo en el estómago la sensación de desconfianza que el hombre me provocaba me hizo ponerme de pie tome solo una libreta tratando de no parecer asustada y le di la espalda comencé a caminar y voltee de rejo y lo vi en el mismo lugar pero no me perdÃa de vista, mi corazón comenzó a latir con fuerza y cuando comencé a caminar más deprisa y se reflejó el miedo en mis exagerados pasos comenzó a seguirme, trate de ir más rápido pero mis piernas parecÃan de plomo y el poste de luz mercurial no vio que llevaba prisa y su caricia lastimo rostro haciéndome caer al suelo con las manos en la nariz cubiertas ya de sangre por el impacto, por un momento todo se vio borroso y tratando de incorporarme de nuevo alguien me tomo de los cabellos; grite y un puñetazo en el rostro me hizo desmayarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario