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sábado, 22 de diciembre de 2018

No soy como tú


Anónimo

No soy como tú. Te quiero, siempre. No sólo cuando tú quieras.
No te ofendas si esquivo tu mano. Si es que me quieres, comprenderás que es por mi bien.
No te ofendas si no contesto tu mensaje. Realmente, estuve esperando días por él.
Pero tengo ser fuerte y acostumbrarte a que no funciono así. Porque no soy como tú. Y no me tendrás cuando tú quieras.

Qué bueno que no empecé a tejerte una bufanda
Porque ya la hubiera desecho mil veces.
Qué mal que sí alcancé a darte todo lo que pensé que mereces
Pero despreocúpate, que me estoy encargando de deshacerte de mi mente.

Tranquilo, que ni que hubieras sido cualquier aventura. Sí me cuesta. No es fácil.

Siempre cuestioné tu ambigüedad.
Tuve que empezar a trabajar mi mente para entenderte y a cada idea darle un final.
Pero no sabía que también sería yo la que tenía que interpretar el nuestro.
Esta vez, no cuestioné tu ambigüedad. La acepté. Así como acepté el riesgo que tomaría al gozar el privilegio de tenerte y exponer que te tenía.
Agradezco que hayas sido evasivo con nuestro desenlace. Me ahorraste muchos días tristes, pero no me libraste de ellos.


Te expliqué cómo funcionaba mi mundo. Lo entendiste rápido porque no es tan complicado como el tuyo.
Sigues muy involucrado en él. ¿Pudieras salirte de lo que puedas? Conozco las ambiciones que tienes, pero no me robes más cosas, que yo nunca me metería con las tuyas. 

Intenté darte tu espacio. Sé lo ocupado que estás y que antes de mí, hay mil cosas más y entiendo el porqué de esa jerarquía. Solías decir que de tu vida se pueden ir muchas personas y que al final, te quedas contigo mismo. Por lo que hay que trabajar en nosotros y no en las que nos pueden distraer.
Te admiro por eso. Tu sí lo tenías claro desde el inicio.

Ahora pienso que si el destino sabía que tendría un reto por delante y que me mandó a ti, para eso. Para hacerme fuerte y aprender a identificar qué sí merece de mi atención y qué no. Y qué mejor conocimiento de qué sucede si no lo hago bien, que esta experiencia.
Qué mejor que aprender de alguien que lo practica.

Esto ya es tiempo presente: lamento no haber contestado tus dos llamadas y no sé qué digan esos dos mensajes que me dejaste. Estaba dormida.
Decidí dormir porque antes de eso veía una serie. Veía una serie porque sabía que si me dormía inmediatamente haría de este día más miserable. Más miserable porque ya lo era, lamenté en llanto estos últimos meses en cada parte de mi casa. También manejando, antes de eso. Y antes de eso, sí te hubiera contestado.

Nunca sabrás todo el esfuerzo que invertí en lograr entenderte y mantenerte feliz. De hecho, intenté respetarte, apoyarte en lo se pudiera y darte lo que se me permitiera. Pero hay muchos pensamientos, esfuerzos y sufrimientos que nunca verás, nunca comprenderás y me cuestionarás si sí los hice. Como este escrito. Dudo mucho que lo veas porque nunca estás al pendiente. Puede que estés en todo pero nunca estás presente en nada. Esa es la diferencia entre nosotros.
No soy como tú. Yo quiero, siempre.


Yo sí le daré desenlace a esto:

Por algo me perdí en ti, así que algo de simpatía me debes de provocar. Me agrada saber lo que te sucede y qué planes tienes. Pero no me lo cuentes todo, que ese fue mi error.
No hay problema si en persona seguimos hablando. Pero hay un límite de tiempo, si llega a ser demasiado optaré por terminar la conversación. No te ofendas por eso, espero que en algún punto pueda soportar estar contigo dos horas sin pensar en lo que fuimos.

Y sí, qué chulo estás. Espero que quien goce de esto, no padezca lo que yo expongo acá arriba. Espero que esa persona sí te motive a ser tu «prioridad».

No te disgustes conmigo por haber redactado esto, recuerda que las ideas no duran en mi mente y suelo escribir para ordenarlas.

Entonces, estamos a mano. Pero ya no la quiero tomar más.

Morning.

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