Historias y Verbos: El Cerdo - Al Verbo

Últimas noticias

viernes, 14 de septiembre de 2018

Historias y Verbos: El Cerdo

Por: Mario Arizpe


Este es mi testamento y mi confesión. Quiero que quede claro lo que pasó, pues le debo la verdad a algunas personas.

A lo largo de mi vida me dijeron muchas cosas diferentes. Me tacharon de feo, desagradable, sucio, molesto, impuro, gordo, repulsivo, intolerable...

Así que me hice llamar El Cerdo. Era un nombre conveniente y acorde para mí. Y con ese mismo nombre subí escaños de poder en las calles.

Quiero aclarar, antes de seguir adelante, que sí la maté. Definitivamente fui yo quien la asesinó, aunque no lo hice de forma intencional. Dañarla era lo último que quería, pero explicaré más a fondo a continuación.

Ella llegó un día a mi guarida de Zacatecas, mientras mis chicos y yo estábamos en junta. Estaba perdida y pedía indicaciones. No sólo estaba ella hablando con el narcotraficante más temido y detestado del país, sino que lo hizo en su maldita guarida, junto a todos sus putos sicarios.

¿Y qué hizo El Cerdo con esa linda niña de ojos puros e inocentes? Prestarle a un chofer para llevarla a su casa, claro.

Era un jodido insulto. Yo, que he asesinado a niños con mis propias manos. Yo, que he violado a cada mujer que me da la puta gana. Yo, que he traficado con drogas, armas, e incluso personas, enteras o en pedazos. Dejé ir a la presa más fácil del mundo.

No me atrevo a escribir su nombre con mis asquerosos dedos, así que la llamaré Luz.

Luz no le tenía miedo a la muerte, pues volvió a buscarme un par de veces. La segunda fui muy claro con ella; le daría una oportunidad más de irse, pero si volvía la vendería como esclava sexual. Y como mosca a la mierda, ella no tardó en buscarme una vez más.

No podía hacerme amigo de esa hermosa idiota que insistía en verme con la estúpida intención de “platicar”, así que un día la rapté y le dejé en claro que, si tenía tantas ganas de estar con El Cerdo, tendría que vivir en el chiquero. Y como si mis palabras no hicieran eco en su cabeza, ella aceptó de inmediato a dejar atrás su vida legal para estar con el ser más indeseable del mundo.

WhatsApp Image 2018-09-14 at 2.08.01 PMFoto: Youtube. Genitallica - Guardaespaldas

La mandé a la línea de empacado de cocaína para que sirviera de algo. Pensé en convertirla en una de mis perras personales, pero sabía que las otras se molestarían al ver que a ella nunca la ponía a trabajar e igual la trataba como a una princesa.

Y ahí fue donde más me emputé. ¿Por qué no me la iba a coger? ¿Por qué pensaba en protegerla? ¿Dónde estaba el puto Cerdo que se traga lo que le avienten al lodo, sea una dulce fruta o un pedazo de mierda? Esa mocosa me estaba haciendo perder el espinazo, así que la puse donde no pudiera verla.

Pero a partir de ese momento, no hice más que cagarla.

No se me olvida el chingado día en que tuve que matar a mi compa Josué. Él era el vigilante de la línea de empacado, y le gustaba golosearse a las trabajadoras. Uno de los empacadores trató de agarrase a Luz, y el pendejo de Josué, en lugar de detenerlo, le siguió la corriente. Nomás porque yo andaba por ahí y los vi, porque si no, no me imagino en dónde estaría yo en este momento. Le dije que la soltara, poniendo la excusa de que “esa era mía”, pero nada más el puto de empacado hizo caso. Le grité más fuerte, y Josué dijo “ahorita te la chingas tú, espérate”. Saqué mi pistola y le volé los sesos al que se supone que era mi mejor amigo, sin chistar. Se murió con los calzones abajo, y no se me olvida que Luz tenía una salpicadota de sangre a la mitad de la cara. Sus ojitos... chingado. Sus ojos no hablaban, gritaban. Y me decían “¿este es el “cerdo” del que todos hablan?”

Pues resultó que Josué tenía buenos amigos, y no muchos días después varios culeros de todas partes se rebelaron contra mí. Mis muchachos leales se quedaron a cuidarme mientras escapaba de la ciudad, pero me traje conmigo a Luz. Ya no me detenía a pensar por qué chingados hacía lo que hacía, ni me importaba. Estaba pendejísimo por ella.

Ese día no me pasó nada. Seguía siendo el distribuidor más grande del país, y perder una empacadora no era nada. Me fui a otra ciudad a seguir jalando como si nada. Pero al Cerdo le clavaron un cuchillo, justo en las entrañas, de esos que no te matan al momento, sino que primero te desangran. Y quien lo hizo fue Luz, cuando me dijo “gracias por salvarme. Eres mi héroe.”

Nunca había sentido tanto que me llevaba la verga como en ese momento. Ni siquiera quería hacerme más preguntas, porque sabía que no las iba a contestar. Le dije que se callara, que no fuera pendeja, y que ahora la iba a usar como mi perra personal porque las otras se habían quedado en la otra bodega, pero yo sabía que era mentira. Y ella también lo sabía.

La traté como reina y le di una casa, pero ella insistía en vivir conmigo. Seguí mi trabajo, mandé a matar a todos los traidores, y reconstruí la base que me quitaron. El Cerdo creyó que podría vivir con ese cuchillo en sus entrañas, pero se estaba muriendo.

Contraté más prostitutas, pero nunca me las cogí. Le entraba más al alcohol, y hasta probé de mi propia merca por pura desesperación, pero nada me gustaba. Hice más distribución, y en seis meses estaba vendiendo el doble, pero ni con toda esa feria estaba contento. Ya no me interesaba ser el obeso de poder que era, ni mantenerme como el mierda más mierda del mundo. Yo sólo quería seguir dándole cosas a Luz, para que ella me dijera “gracias”. Esa era mi única satisfacción, y se convirtió en la única cosa de mi mundo.

Anoche estaba en el piso del antro con ella, tomando y platicando como si nada, y que se meten unos culeros a balear. Saqué mi fusca y les devolví los tiros, como ya había hecho muchas veces, pero entonces escucho un grito. Y veo a Luz, cayendo al suelo, sangrando del torso.

Y de pronto entendí, que estaba en medio de una puta balacera, y que me podían matar.

Nunca le tuve miedo a un cabrón apuntándome con un rifle hasta ese momento, porque ahora no me quería morir. Yo sabía que había un chingo de niños y niñas en el piso, sangrando igual que Luz, y que nadie los iba a salvar. Que iban a ser un nombre en una lista de muertos y ya. Yo podía evitar que a mi Luz le pasara eso, pero para eso tenía que sacarnos a los dos vivos de ahí. Así que, en ese momento, me dio un chingo de miedo la muerte.

Salí hecho madres del antro, con Luz en mis brazos, y la llevé al hospital más cercano que pude. Les dije que le dieran prioridad y le di a la recepcionista todo el dinero que traía en la billetera, que eran unos $20,000 más mis tarjetas. La llevaron de urgencia al quirófano, y a punta de pistola los obligué a dejarme entrar con ella. Sentí cómo agarró con su manita mis dedos, con la poquita fuerza que tenía, y para cuando empezaron a tratar su sangrado ella ya no me estaba agarrando.

El cerdo ya casi había muerto. Sólo quedaba un pobre diablo que no quería nada en la vida más que recuperar su rayito de luz.

Cuando le pusieron el desfibrilador no aguanté más. No quería ver cómo profanaban el cuerpo de mi ángel difunto. Salí del quirófano, según yo para calmarme, pero que salen unos pinches policías a perseguirme. De seguro fue la puta de la recepcionista que echó el grito de que estaba ahí. Y eché a correr, y logré robarme un carro en la calle para perderme e irme a otra de mis guaridas, pero ya estaba harto de esa puta vida que todo me lo había quitado.

Ahora estoy en un motel de mierda. Amenacé al recepcionista para que me diera una llave porque todo mi dinero se lo quedó el hospital, y no dudo que el puto me haya delatado, así que los polis ya deben venir para acá. No tengo más que una fusca, mi teléfono y el papel en el que escribo esto.

A quien sea que encuentre esto, por favor, chequen la lista de contactos del teléfono. Borré todos y dejé sólo uno, el de los papás de Luz. Díganles que yo maté a su hija.

Nunca le puse ni uno de mis asquerosos dedos encima, ni la traté como menos que la reina que era. Pero yo la maté. Yo la dejé vivir en el chiquero, donde sólo viven los que ya están acostumbrados a esta mierda. Ella no pertenecía aquí, pero yo de pendejo la dejé acompañarme, porque necesitaba que alguien me recordara quien soy. Necesitaba a alguien que matara al Cerdo y trajera de vuelta al humano que había en mí.

Ella hizo su parte del trabajo, y cuando me pudra en el infierno, la recordaré con muchísimo amor para aguantar el dolor. Siempre le voy a agradecer que me haya querido sanar, hasta su último aliento.

Ahora me toca a mí terminar de matar al Cerdo, de una buena vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Top Ad

Hecho con amor