Por: Gregorio Chora
“Era un viernes de enero
cuando le hablé por primera vez. Ella era quien atendía en taquilla, era la
nueva. Jamás había atendiendo y se notó muchísimo: me dio un boleto que era de
otra película. Después de esto, me pidió perdón y yo le dije:
-No te preocupes. Siempre
frecuento la cineteca y jamás te había visto”.
-Sí, es mi primer día.
Mi papá conoce a los dueños y logró meterme, pero yo no sé nada de cine o
películas porque nunca me ha interesado. Yo soy más de series o doramas y,
aparte, es la primera vez que trabajo. Por eso me pongo más nerviosa.
Ambos reímos un poco.
-Mira, es normal que te
sientas así; -le dije- pero no te preocupes, pues poco a poco le agarras la
onda a esto y ya no estarás nerviosa. Tal vez no conozcas mucho de cine, pero
no creo que sea un problema. Aun así, si quieres conocer más de cine, me
ofrezco a ayudarte para que no tengas problemas, ¿qué dices?
Lo pensó un momento y respondió.
-Se ve que eres de
confianza. Está bien, acepto tu propuesta. Nos vemos mañana aquí, ¿qué te
parece a las 6?
-Claro que sí, mañana
nos vemos. Por cierto, me llamo Daniel. Es un gusto.
-Soy Alejandra, también mucho gusto.
Nos despedimos de mano y se marchó.
¡Quién diría que ese
sería el primer hola y adiós de los muchos que habría en nuestra relación! Al
día siguiente nos vimos y, no solo ese día, sino diario. Con ella me la pasaba
todas las tardes y en las mañanas hablábamos por mensajes de texto. Nos hicimos
muy buenos amigos en muy poco tiempo, y eso me impactó mucho. Nunca había
conocido a alguien como ella y, así como yo le ayudé a conocer más cine, yo con
ella aprendí de doramas y series: nos ayudamos mucho, aprendimos juntos de
muchas cosas y nos conocimos demasiado en tan poco tiempo. Como dije
previamente, en la cineteca descubrí mi amor al cine y la encontré también a
ella.
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