Por: Alondra Jiménez
Esta mierda es como un pequeño minino;
primero es una cosa diminuta
que cualquiera podría pisar.
Luego, empiezan a escucharse
por las noches
pequeños maullidos buscando
atención.
Después, empiezan a escucharse durante todo el día, a todas horas:
Cuando estás viendo tv, cuando
estás hablando con tus amigos, cuando estás a punto de comer y durante la
ducha, la jodida ducha.
Hasta que, los maullidos se
convierten en rasguños,
y si al principio los tomaste como juego,
Por qué … ¿Cómo podría
lastimarte algo que vive en tu casa? ¿algo que vive contigo?
Con el paso del tiempo,
con el paso de la vida.
Esos rasguños empiezan a doler,
empiezan a sangrar.
Y lo que antes te hacía
feliz,
ya no lo hace más.
Ahora, todo lo que quieres es que el lindo gato que se convirtió en fiera se aleje de ti.
Ya no lo soportas,
ya no soportas sus maullidos lastimeros que lanza a todas horas,
ni los rasguños que dejarán cicatriz,
ni la bola enorme de problemas en los que se ha convertido, el
gato gordo llamado Depresión.

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