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jueves, 14 de marzo de 2019

NO DEPENDAMOS DE LA MOTIVACIÓN


Por: Jaime Garza

En mi corta trayectoria como profesor, he aprendido algunas cosas. Tomando en consideración que mi primera cátedra la di con solo 22 años en el bolsillo, no ha de sorprenderles que la mayoría de las enseñanzas tengan relación directa con el cambio de chip alumno/maestro.

 ‘’…me costó trabajo sacudirme el olor a aula, lo admito, pero de eso hablaremos en otra ocasión…’’

El tema a tratar, se lo debemos al Dr. Jesús Amaya, a quien tuvimos oportunidad de escuchar en el Quinto Congreso Mundial de Educación. Entre una serie de reflexiones que bien valdría la pena desmenuzar con detenimiento, puso sobre la mesa el tema de la motivación y la excesiva importancia que se le da en la actualidad.

Imaginen a un amante de los cortes finos toparse cara a cara con un vegano experto en el arte de la persuasión. ¿Listo? Pues así me sentí cuando Amaya comenzó a criticar la herramienta que más he utilizado en mi trabajo.

Claro que en un inicio fui escéptico hasta la médula. ¿Quién no se aferra a sus ideas? Sin embargo, conforme avanzó la charla me fue imposible no entenderle la postura. Para cuando acordé, ya pensaba como él.

Aceptar que precisamos de un factor emocional para alcanzar grados dantescos en cuanto al cumplimiento de nuestras labores cotidianas, es subestimar el potencial de nuestro cerebro. Amaya explicó esto con una gráfica que me sería de mucha ayuda en el afán de explicarles tal razonamiento, pero igual intentaré hacerlo desde la consecuencia -entonces todo se entiende mejor- y utilizaré un ejemplo práctico.
Supongamos que tenemos un conocido de gran estima -por no involucrar a la familia- quien se encuentra un poco delicado de salud. Lo llevamos al hospital, ahí lo atiende un médico que la noche anterior discutió con su mujer y el mal estado se le nota a la distancia. ¿Qué pasa? El hombre, falto de motivación para llevar a cabo el diagnóstico, atiende rápido al paciente y le receta un médicamente de índole general. El tiempo pasa, la enfermedad avanza, y lo que en un principio no ameritaba el encendido de alarmas, de pronto se convierte en un asunto de vida o muerte.

Veo innecesario inventarme el desenlace, supongo que entendimos el mensaje. El mundo no se mueve con base en sentimientos de carácter individual, sino en acciones colectivas. Claro que ayuda estar motivado, y en ciertos rubros como el arte se podría decir que es necesario. No obstante, para colaborar en el desarrollo social precisamos de otras funciones. Nuestro cerebro es más que un músculo, tiene departamentos que bien se podrían comparar con los de un corporativo de alto prestigio. Démosle la oportunidad de emanciparlo del impulso, quedaremos maravillados con el resultado.





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