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viernes, 8 de febrero de 2019

La princesa


Por: Andrea Valentina


Cuando Alejandro estaba de pie ante ese gran castillo le entró un pánico, ¿cómo podía él salvar a la princesa? ¿Ã‰l? ¿Podía?

La respuesta era NO, no podía. Una persona que está tan perdido, tal y como aquella princesa, no podía ser capaz de ayudarla. Aún así lo hizo, intentó salvarla.

Tuvo que pelear contra dragones. Sus grandes escamas eran tan sorprendentes como el hecho que estuvieran vivos, después de que el Rey Roberto los mandará a matar. El viejo gruñón no soporta un poco de fuego.

Después de una pelea, que casi acaba con la vida de Alejandro, nuestro guerrero fue directo a las escaleras, donde una cuestionable cantidad de felinos lo esperaba.

En vez de preparar una estrategia para derrocarlos, Alejandro se pregunto si era legal tener tantos animales exóticos en una casa. Una vez más, su mente de abogado maquinaba.

Cuando los felinos fueron vencido gracias a la comida guardada en el sótano, que Alejandro descubrió luego de un maratón de persecución hacía él de parte de los animales.

Ahora, era momento del dulce niño que estaba en la puerta de la recamara de Sofi, la princesa.


Esperen…

No era un niño, ni mucho menos dulce. Era el guardia más gruñón que puedes encontrar en Villa Redonda. No medía ni 1.40 metros, para almacenar tanta rabia.

Esta pelea iba ser extraordinaria.
Pero…

No lo fue.

Alejandro, como todo buen abogado, tenía un poder de convencimiento muy grande. Tan grande que logró convencer al guardia que venía a matar a la princesa, no a salvarla.

Listo, ya era horade entrar a salvarlas. Estaba tan cerca. Todo lo que había pasado para llegar a ese momento.

Abrió la puerta…

Sólo para darse cuenta que la princesa decidió salvarse sola, 5 minutos antes de su llegada.

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