Por: Andrea Valentina
Cuando Alejandro estaba de pie ante ese gran castillo le
entró un pánico, ¿cómo podÃa él salvar a la princesa? ¿Ã‰l? ¿PodÃa?
La respuesta era NO, no podÃa. Una persona que está tan
perdido, tal y como aquella princesa, no podÃa ser capaz de ayudarla. Aún asÃ
lo hizo, intentó salvarla.
Tuvo que pelear contra dragones. Sus grandes escamas eran
tan sorprendentes como el hecho que estuvieran vivos, después de que el Rey
Roberto los mandará a matar. El viejo gruñón no soporta un poco de fuego.
Después de una pelea, que casi acaba con la vida de
Alejandro, nuestro guerrero fue directo a las escaleras, donde una cuestionable
cantidad de felinos lo esperaba.
En vez de preparar una estrategia para derrocarlos,
Alejandro se pregunto si era legal tener tantos animales exóticos en una casa.
Una vez más, su mente de abogado maquinaba.
Cuando los felinos fueron vencido gracias a la comida
guardada en el sótano, que Alejandro descubrió luego de un maratón de
persecución hacÃa él de parte de los animales.
Ahora, era momento del dulce niño que estaba en la puerta de
la recamara de Sofi, la princesa.
Esperen…
No era un niño, ni mucho menos dulce. Era el guardia más
gruñón que puedes encontrar en Villa Redonda. No medÃa ni 1.40 metros, para
almacenar tanta rabia.
Esta pelea iba ser extraordinaria.
Pero…
No lo fue.
Alejandro, como todo buen abogado, tenÃa un poder de
convencimiento muy grande. Tan grande que logró convencer al guardia que venÃa
a matar a la princesa, no a salvarla.
Listo, ya era horade entrar a salvarlas. Estaba tan cerca.
Todo lo que habÃa pasado para llegar a ese momento.
Abrió la puerta…
Sólo para darse cuenta que la princesa decidió salvarse
sola, 5 minutos antes de su llegada.
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