Pequeña y algo
redonda nació un día una estrella, todos en el reino decían cuan afortunada
había sido a pesar de no tener nada.
Había nacido con
puntas de oro en cada uno de sus pequeños brazos, característica singular.
Ninguna otra
igualaría su belleza jamás.
Y ella lo sabía, su
familia lo sabía.
Bueno, al menos su
padre, aquel que se desprendió de uno de sus brazos para que ella naciera.
“Niñita rechoncha
hija de papá” eso era lo que los chismosos o envidiosos decían.
Se dice que las
estrellas de mar, o conocidas por los sabiondos cómo "la esteroidea",
son criaturas poco sociables, y muy, muy solitarias. Y no iban por mal camino,
está estrella sin duda lo era, podía llegar a camuflarse para evitar a
cualquier enemigo.
Muchos dicen que la
vida de una estrella de mar debería ser pacífica.
Y estar, estar solo
ahí, que su vida solo se trataba de moverse por la noche, cuando nadie las viese.
Pero ella no, ella
no quiere permanecer así, así que un día su amado padre la llevó a un lugar
que estaba cerca de lo que los humanos llaman "paraíso", pero que
todos en el mar la conocen como playa.
Han ido, y ella ha
visto, a visto por las noches estrellas, estrellas como ella, ellas brillan y
brillan, brillan como el oro, pero solo hay una pequeña diferencia, muy
pequeña, casi diminuta....
Ellas están arriba,
en el cielo.
Lejos, muy lejos de
ahí, y no la escuchan, todavía no lo hacen, pero lo harán, ella lo sabe, su
papá lo sabe.
Conforme el tiempo
pasaba, la estrella de mar comprendía lo duro que sería la vida si ella
permanecía así.
La estrella sabía que si quería ser tan majestuosa como lo eran las estrellas de arriba, ella tendría que dejar su hogar.
Porque las
estrellas de arriba aparte de brillar, se ayudaban entre sí para formar
figuras, tenían miles de nombres, y todo el mundo las admiraba.
No las tocan, solo
las ven, como los seres inalcanzables que son, ellas pueden hacer todo.
Pueden hacer reír y
cubrir a los enamorados, ponen escenarios para una persona llorando
desconsoladamente, y te conceden deseos si cierras los ojos con la suficiente
fuerza y pides un deseo.
Así que la estrella
de mar se preparaba día con día para poder llegar allá, lejos, muy lejos, allá
donde estaban sus futuras hermanas.
Porque ella era
una estrella de mar que quería ser una estrella.
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