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jueves, 28 de febrero de 2019

EL CUERPO PERFECTO

      Por: Andrea Valentina
Cuando el peso de una persona se vuelve el tema de conversación en una reunión, últimamente salto, literalmente, de mi silla y expongo mis razones por lo que pienso que el famoso peso ideal no existe realmente, que si algo es subjetivo por ende no existe. Y, prácticamente se ha vuelto una rutina pensar todos los días sobre este tema.

Como víctima de la sociedad perfeccionista y de aquellos que crean ciertos estereotipos con respecto a tu cuerpo, cara o cabello; puedo decir que todo eso es basura. Desde muy pequeña me he mentalizado que ser yo está mal, que comer de la manera en que lo hago está mal, que mis rulos son horribles o que mi nariz es muy grande. Sí, llevaba más de 8 años pensado así.
¿Por qué? Porque la sociedad, medios sociales, marcas reconocidas y hasta series o películas te crean este patrón donde, si no eres una copia barata de lo que ellos creen que es la “belleza” entonces, eres fea.

Y absolutamente nadie es feo en este mundo. Todos somos diferentes (sí, me tomo un largo tiempo entenderlo). Algunos son morenos, otros son bajos, otros son rubios, y así sucesivamente. Lo que para mí es bello, para ti puede ser normal; y no te culpo. Quiero decir, nuestra manera de captar el mundo es tan diferente, que ¿por qué catalogar al mundo? Los de este lado son aquellos que siguen cierto patrón, que son realmente iguales, y de este lado están los que decidieron sacarle el dedo del medio a esa otra mitad y aceptarse como son. Yo estoy orgullosa de decir que pertenezco a la última mitad.

A los 10 años yo ya iba a un salón de belleza, a los 14 años ya mis rulos habían desaparecido. A los 15 años sufrí un severo ataque de depresión al pensar que mis 54 kg era por ESTAR GORDA. A los 16 años el maquillaje era mi mejor amigo. A los 17 años ya me había cambiado el color del cabello tres veces. Y aún me consideraba fea, solo porque no era como esas chicas de tumblr, instagram o revistas de moda.

¿Quién no se ha sentido víctima de eso? Quizá no llegan al extremo al que yo llegue, pero en algunos momentos debieron pensar si estaba bien ser ustedes. Cuando finalmente entendí que no importa el tamaño de mis senos ni el color de mi piel, ni mi talla o cabello, porque de la manera que soy, soy hermosa. Me arrepiento de haber pasado toda mi adolescencia criticándome, en vez de aceptarme.
Cuando me doy cuenta de lo que pase, también me detengo a pensar que hay peores cosas como enfermedades mentales o desastres alimenticios, e imaginarme que las futuras generaciones sufrirán de eso y serán sus vidas afectadas si no le ponemos un alto ya mismo.

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