La idea de que existe “mala música” está sujeta a la interpretación tanto como lo está la idea opuesta de “buena música”. Dicho esto, la subjetividad no es algo a lo que debamos tenerle miedo; después de todo, las opiniones existen gracias a ella. Adoptar una postura respecto a las cosas está perfectamente bien, y no existen formas estrictamente incorrectas de percibir las cosas. Sin embargo, cuando viene al arte, y en este caso a la música, es mucho mejor tener un panorama abierto que nos permita disfrutar de lo que quiera que nos pongan en el plato.
Hoy quiero exponer un punto de vista personal respecto a uno de los métodos más mágicos de producir música que he conocido: Vocaloid.
Para quienes no conocen a estos pintorescos personajes, Vocaloid es un software sintetizador de voz diseñado no con el objetivo de hablar, sino cantar. Lleva disponible al público desde el 2005, pero no fue sino hasta el 2008, cuando su segunda versión fue lanzada al mercado, que de verdad alcanzó la fama, pues fue el mismo año en que vimos nacer a la famosa diva virtual Hatsune Miku. A partir de su acelerado aumento en popularidad, distintos bancos de voz promocionados con un personaje en su carátula (dibujado en estilo manga/anime, cabe señalar) fueron puestos a la venta para el mismo software, los que fueron bien recibidos por los usuarios y dieron un mayor empuje a lo que se convertiría en todo un fenómeno cultural en Japón, y eventualmente en el mundo entero.
La idea de un software practicando un arte puede sonar a algo casi distópico para algunos, y a algunos puede parecerles obra del diablo mismo. Sin embargo, Vocaloid no es muy diferente de cualquier programa para hacer música basado en un piano roll, los que son usados por casi cualquier músico moderno.
Este es, por desgracia, el primero de muchos tabúes que rodean a Vocaloid. Muchas personas son reacias a escuchar música en un idioma ajeno al propio; otros piensan que no tiene sentido una canción si no puedes entender la letra; algunos consideran que las voces artificiales carecen de la emoción que un cantante real puede aportarle a la música…
Y claro, están aquellos a los que simplemente no les gusta el J-pop.
Pero vamos, ya es hora de quitarnos la venda de los ojos.
La música es eso. Música. No importa el idioma, el género, el país de origen o el autor. Si alguna vez te ha pasado que escuchas una canción que te encanta, pero no te explicas la razón de que te guste, si es de un cantante que odias, o un género que ni siquiera consideras música (cómo suele pasar con el reggaetón), lo más probable es que hayas escuchado una excelente pieza musical, pero no quieres admitir que es excelente.
Hay géneros que son fabricados de forma muy inteligente, como el K-pop, que hoy día experimenta un pico de popularidad sin precedentes. Esto se debe a que muchos de sus compositores fabrican melodías con estilos que son recurrentes en las regiones del mundo a las que van dirigidas, para asegurar una buena recepción incluso por fuera de Corea del sur.
(Como nota personal: dejan pasar esto como si fuera normal, pero en cuanto alguien hace que una computadora cante de pronto es un insulto al arte, ¿y el loco es uno?)
Este nivel de producción es lo que ha ayudado a grupos como BTS a salir de su país de origen y empezar a volverse tendencia en todo el mundo. Y a veces, una de sus canciones consigue meterse en la mente de alguien que juró detestar el K-pop con toda su alma, y le hace dudar de sus propios gustos y convicciones. “¿Cómo puede gustarme esta porquería?”, se preguntan algunos.
Si tú eres una de esas personas, no te preocupes. No estás traicionando a tus gustos ni nada, sólo estás siendo víctima de un producto diseñado específicamente para resonar en tu cabeza, aunque, según tú, no lo quieras.
Y esto no se limita al K-pop. La razón por la que cualquier mexicano se sabe al menos una canción de Juan Gabriel, sin importar si le gusta el artista o el género, es que sus canciones son buenas y las escuchamos con frecuencia a lo largo de nuestras vidas. Claro que acabaríamos por aprendernos alguna, y que estando ebrios las cantaríamos a todo pulmón. No sólo son música; son buena música. Y es de aquí de donde quiero partir para explicar la difícil situación en la que se encuentra la famosa diva virtual y sus compañeros digitales.
Hatsune Miku es un símbolo de la cultura japonesa moderna. Refleja uno de los grandes avances tecnológicos de su país; cualquiera puede cantar sin siquiera tener que abrir la boca. Los compositores más prominentes que hacen uso de este software (conocidos por la comunidad como “Vocalo-Ps”) son en su mayoría músicos profesionales, cuyas obras hechas en Vocaloid no son sino un trabajo complementario al que hacen con sus propias voces y en compañía de una banda. Dicho esto, cualquiera que no estuviera informado del tema ni tan profundamente involucrado en él tendría una forma de pensar mucho más simple:
- ¿Está en español? No.
- ¿La canta alguien que conozco? No.
- ¿Es un género que frecuento? No.
- ¿Me gusta?
Japón fue un país muy introvertido durante muchos años, que no permitía entradas ni salidas culturales. Gracias a esto, se convirtieron en el estandarte de lo que en el occidente llamamos “raro”, y Vocaloid sufre de este estigma. Las obras hechas con este software son generalmente consideradas exóticas y extrañas, por lo que no se les escuchará muy seguido fuera de los audífonos de un fan del anime promedio.
Sin embargo, esto no significa que no sea música.
No olvidemos que toda composición hecha con Vocaloid debe tener una melodía compuesta por una persona real, con letras escritas por una persona real, y una voz que, si bien está hecha por computadora, fue afinada y configurada de manera diferente para cada canción por una persona real (y técnicamente la voz de todos los personajes de Vocaloid proviene de alguien que hizo miles de samples para construir un banco de voz que después el usuario pudiera modular de forma artificial, por lo que podría argumentarse que incluso la voz está hecha por, adivinaste, una persona real).
Quizás el punto de debate máximo respecto a la autenticidad de la música de Vocaloid sea que, ya que es un cantante virtual, este puede alcanzar notas perfectas y tener un talento inhumano, lo que acabaría por quitarle lo artístico al canto. Y si esa es tu forma de pensar, lamento informarte que has vivido en una mentira más grande de lo que te imaginas.
Todos conocemos el Autotune, ¿no? Ese programa que modifica la voz de su usuario para que todo lo que diga suene cantado y armónico. Ese programa que algunos artistas han usado para corregir su canto. Ese programa que nosotros consideramos a quienes lo utilizan como gente sin talento.
Noticia: todo lo que has escuchado en el radio en la última década, y una buena parte de lo que escuchaste una década antes, está refinado con Autotune. Todos los grandes intérpretes lo usan, incluso en sus presentaciones en vivo. Seguro no conoces la voz real de tu cantante favorito, porque sólo le conoces en sus canciones. Incluso hay cantantes que, debido a lo pesado de la edición que se hacen, son más artificiales que una composición… de Vocaloid.
¿Y esto significa que hacen mala música? ¡Claro que no! Podríamos considerar al Autotune como “maquillaje auditivo”, que, si bien está ocultando una realidad un poco menos bella, tiene arte en sí mismo. Demeritarlo y reducirlo a una herramienta para gente sin talento es denigrante, tanto para el artista que lo usa, como para el encargado de sonido que tiene el talento de usar un programa de edición de audio tan complejo.
(Y me gustaría señalar que a los maquillistas se les considera “artistas del maquillaje”, así que…)
Vivimos en el 2018. Tenemos amigos a los que jamás hemos visto en persona. Hablamos con nuestros familiares a kilómetros de distancia con un rectángulo que cabe en nuestro bolsillo. Podemos tener una biblioteca entera en ese mismo rectángulo. Vivimos en una era digital, donde la tecnología está involucrada en nuestro todo. ¿Qué tan difícil es aceptar la digitalización en la música? Cuando nos quitamos todos esos tabúes y decidimos ponernos los audífonos para escuchar algo diferente, siempre podemos encontrarnos a un nuevo favorito.
Y quién sabe. Puede que ese nuevo favorito ni siquiera sea humano.
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